Tabla de parentescos de don Fernando de Castilla, Regidor de La Palma (s. xvi)

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Rodríguez López, Antonio



Antonio Rodríguez López, que  fue comúnmente conocido en su isla como don Antonio Barroso, nació en Santa Cruz de La Palma el 15 de marzo de 1836 y recibió una educación poco corriente en su época, ya que sus ensayos de adolescente son adaptaciones de obras francesas traducidas por él mismo. Aprendió francés con su maestro el sacerdote don Manuel Díaz Hernández, quien lo había practicado con los prisioneros franceses de las guerras napoleónicas depositados en La Palma y que se quedaron definitivamente una vez concluida la paz con Francia. Por recomendación de su tío, el también sacerdote don José Rodríguez Barroso, don Antonio Rodríguez López lo tuvo como mentor de estudios. Andando los años había de pagarle cumplidamente esta deuda cultural, al convertirse en su fervoroso biógrafo y panegirista.

La Palma se había caracterizado, hasta mediados el siglo XIX, por la carencia de una tradición cultural propia, pues los pocos hombres que le habían dado fama debían su formación a haberse educado en centros fuera de la Isla, y los motivos de su inspiración nada tenían que ver con el lugar de su nacimiento. Por ello, el caso de don Antonio Rodríguez López, que nunca salió de su tierra natal, carece de paralelo en ella. Seguramente a don Antonio, entre cuyos manuscritos hay notas en correcto francés, se le educó el gusto y formó el estilo en la lectura de obras francesas, en especial de teatro, como un siglo antes le había sucedido a Viera y Clavijo en Tenerife, y así toda su producción está marcada por la claridad y corrección formal que caracterizan a la lengua francesa y por una afición profunda a la expresión de ideas y sentimientos a través del teatro.

Si dejamos aparte sus ensayos juveniles, que, por lo demás, son también, en su mayor parte, como queda dicho, paráfrasis de obras dramáticas francesas, vemos que el primer impreso importante bajo el nombre de Antonio Rodríguez López es justamente un libro con dos piezas teatrales, Los bereberes del Rif y Tetuán por España, publicado en Las Palmas de Gran Canaria en 1861, cuando su autor contaba veinticinco años de edad. Asimismo su última obra impresa, Espartaco (Santa Cruz de La Palma, 1900), es también un drama, que lleva una carta-prólogo de Don Emilio Castelar. Su afán por las tablas fue, pues, constante.

Su primer gran éxito teatral lo constituyó la representación, el 17 de julio de 1869, de su obra La aurora de la Libertad, por una compañía profesional; se trata de una fantasía dramática en un acto y en verso, con personajes simbólicos. La década de los años setenta vio la representación, en el teatro local, de seis obras suyas y se puede afirmar que La Palma no ha vuelto a tener un florecimiento teatral semejante. Don Antonio Rodríguez López se multiplicaba, pues no sólo escribía las obras, sino que él mismo las dirigía, ensayaba y representaba, ya que en ninguna dejó de aparecer como actor principal. Y como, además, cultivaba la pintura y estaba iniciado en la carpintería artística y la ebanistería, a su cargo y al del pintor local don Aurelio Carmona López, su primo, corría igualmente la decoración y montado del escenario. Con grandes programas de mano, impresos y adornados con orlas al gusto de la época, a imitación de los teatros de las grandes capitales, y con un conjunto numeroso de aficionados, enfervorecidos por un público que sabía apreciar la actuación sobre las tablas, los dramas El anillo nupcial, estrenado el 1º de marzo de 1874, La rama de roble (8 de diciembre de 1874), La pena de muerte (4 de noviembre de 1876), El ciprés de la sultana (1º de enero de 1877), EI oro (16 de enero de 1878), La cruz de rubíes (4 de febrero de 1893), etc., marcan la culminación de la actividad de don Antonio Rodríguez López como dramaturgo. Las amplias reseñas periodísticas de los estrenos y reposiciones de estas obras, verdaderos acontecimientos artísticos en el ambiente insular, llenan los semanarios de la época, especialmente .La Palma. y .El Noticiario.

Pero si bien don Antonio Rodríguez López se sintió preferentemente llamado por el teatro, hay en su vida otra faceta de gran intensidad, que a veces se expresó también en forma teatral, pero que en ocasiones revistió caracteres polémicos agudos, cuyos ecos se dejaron oír en toda la Región. Esta actividad fue la que le dictó su profundo catolicismo, al que subordinaba todo y fuera del cual no veía sino confusión y desorden. En efecto, su primer opúsculo impreso, Escena lírico-dramática, aparecido en Santa Cruz de Tenerife en 1855, cuando su autor apenas tenía diecinueve años de edad, es una especie de auto sacramental para ser representado, sobre un carro, por las calles de Santa Cruz de La Palma, con motivo de la Bajada de la Virgen de las Nieves de dicho año. Y durante cuarenta y cinco años, hasta 1900, en que apareció su libro Trilogía sacra, con los autos de 1895 y 1900, los diez carros para las Fiestas Lustrales en honor de la Patrona de La Palma fueron escritos por don Antonio Rodríguez López y circularon impresos. Sin embargo, su obra más famosa a este respecto es la titulada Democracia sin partido, impresa en Santa Cruz de La Palma en 1866, en la que propugna un orden político que tenga como base la doctrina de la Iglesia y ataca la proliferación de partidos políticos, en los que, más que democracia, ve sólo banderías de grupo. Nunca se había hecho en Canarias un ataque tan abierto contra los partidos, y los hombres responsables de la política canaria, especialmente los republicanos y liberales de Tenerife y La Palma, creyeron necesario reaccionar públicamente. Así nacieron los opúsculos de don Juan Fernández Ferraz y Don Miguel Villalba Hervás contra las ideas de Don Antonio Rodríguez López, ambos publicados en Santa Cruz de Tenerife. En esta misma línea están sus obras impresas Manifestación de la inteligencia divina en el desarrollo del Universo (1871), Consideraciones sobre el darvinismo (1881), Objeciones a la hipótesis espiritista (1882), Notas al folletoDiosde Francisco Suñer Capdevila (1882), etc. Pero el ver que, pese a su firme creencia en esta dirección, el siglo seguía otro rumbo, ensombreció su mundo espiritual y apartó a don Antonio Rodríguez López, casi por completo, de cualquier actividad pública durante los últimos años de su vida.

No obstante estas dos grandes líneas de su vocación profunda, la posteridad ha conservado el nombre de don Antonio Rodríguez López como el del literato más insigne de Santa Cruz de La Palma hasta su tiempo, y así, más que su obra teatral y su obra religiosa, perduran sus leyendas, como ¡Vacaguaré! (1863), Los dos brezos (1863, años después reeditada), La corona nupcial (1870), Hermisilla (1871), Aysuraguan (1881), La Peña de los Enamorados (1881), etc., y, sobre todo, sus libros de poemas, Poesías (1873) y Borrascas (1880), obras que le valieron el sobrenombre de Cantor de Benahoare. Por lo demás, su novela de ambiente regional Amor y lágrimas (1864), su zarzuela La choza del tío Martín (1864), así como algunos pasos lírico-cómicos, tienen hoy sólo un valor arqueológico. Con todo, su obra poética de mayor ambición, La Palma. Poema, quedó inconclusa e inédita, aunque la Introducción apareció en su citado volumen Poesiasy la reprodujo en parte don Elías Mujica en su antología Poetas Canarios (Santa Cruz de Tenerife, 1878); el Canto I circuló en copias manuscritas en vida del autor.

Don Antonio Rodríguez López, que fue un paladín de todas las causas nobles, como la abolición de la esclavitud, la abolición de la pena de muerte, la prohibición del duelo, la exaltación social de la mujer, la difusión de los bienes de la cultura y del progreso, la defensa del arbolado, etc., dejó una obra impresa que abarca cuarenta y cuatro títulos, mientras sus manuscritos inéditos superan este número. Estos hechos, unidos a que su letra para el Diálogo entre el Castillo y la Nave se repite cada cinco años en la Bajada de la Virgen, desde hace casi un siglo, y que algunos de sus autos sacramentales han sido repuestos e impresos en 1905,1910,1915 y 1935, como carros de las Fiestas Lustrales, todo ello ha contribuido a dar a don Antonio Rodríguez López el valor de clásico insular, apelativo con el que es conocido y repetidamente citado.

Una obra como la que queda bosquejada bastaría para justificar la extensión que hemos dado a esta biografía en un libro en que, de suyo, las biografías vienen todas muy resumidas; y, no obstante, la índole de este mismo libro exige que consignemos todavía la carrera de honores de don Antonio Rodríguez López, que fue Director de «El Time», primer periódico que vio la luz en La Palma, desde su aparición en 1863 hasta 1867 y donde hizo famosa su sección Bachillerias; luego fue director de «La Causa Pública» (1871-1872), y, aunque continuó prestando su apoyo de colaborador y de mentor periodístico a distintas publicaciones posteriores, al ser nombrado secretario del Ayuntamiento de su ciudad, cargo que desempeñó hasta su muerte, quiso apartarse de las responsabilidades y partidismos que inevitablemente acarrea la actuación directiva en la prensa. Fue asimismo secretario general de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Palma, y en calidad de tal tuvo a su cargo el discurso conmemorativo de su primer centenario en 1876, que se ha conservado impreso, y también secretario general de la Junta Central de la Cruz Roja de !a Palma, al constituirse ésta; ambas corporaciones lo nombraron, posteriormente, socio de mérito. Tuvo también la categoría de socio fundador de «La Cosmológica» y de socio de mérito, además, de «La Unión», de «El Amparo del Obrero», etc. Profesionalmente desplegó sus actividades, además de como secretario del Ayuntamiento, como profesor de Retórica y Poética del colegio de segunda enseñanza «Santa Catalina» desde su fundación en 1868. Aun hay que añadir que fue cónsul del Reino de Grecia, representante de la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid, miembro de la Sociedad de Literatos de Lisboa, etc., etc. Esta carrera de honores culminó cuando, al fin de sus días, la Isla le tributó un homenaje público que nunca antes se había visto en su ámbito ni se ha vuelto a repetir después: en 1900 fue coronado, públicamente, como Cantor de Benahoare, en la plaza mayor de la ciudad, durante los festejos de la Bajada de la Virgen, con una corona hecha de flores silvestres de la Isla, enviada desde la ciudad de Los Llanos de Aridane, corona que, ya seca, acompañó, simbólicamente, junto a su busto, al homenaje municipal en los actos que tuvieron lugar cuando el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma dio su nombre a una de las calles de la población y colocó en la fachada de su casa una lápida de mármol.


Propietario del originalNobiliario de Canarias. La Laguna: J. Régulo, 1952-1967, pp. 644-650.
Fecha19 Dic 2020
Vinculado aAntonio RODRÍGUEZ LÓPEZ

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